Turdus pilaris Linnaeus, 1758 Nombre preferente:

Zorzal real

Ámbito:

Terrestre

    Origen:

Nativa

    Identificador:

16393

En España es exclusivamente invernante con una distribución muy restringida a la mitad norte, en la que destacan tres núcleos geográficos con una alta concentración de invernantes: el norte de las provincias pirenaicas centrales, la vertiente meridional cantábrica y, de forma destacadísima, todo el eje del Sistema Ibérico, donde se concentran la práctica totalidad de las cuadrículas con probabilidad de presencia entre 0,5 y 1. Especialmente relevante para interpretar la distribución de la especie es que estas cuadrículas reproducen hasta en sus menores detalles el área de distribución de la sabina albar (Juniperus thurifera; Icona, 1979), repitiendo fielmente el patrón mostrado a este respecto por el zorzal charlo. Otros aspectos a destacar son la elevada altitud de la distribución invernal (Carrascal et al., 2002; Frías en Del Moral et al., 2002; Santandreu en Herrando et al., 2011), la escasa importancia del frente cantábrico como área de invernada pese a que concentra la mitad de todas las recuperaciones ibéricas (Santos, 1982) y, finalmente, la presencia invernal de la especie en Baleares (Santos, 1982; De Juana y Varela, 2005), no recogida en el trabajo de campo de este atlas. Se desconoce el tamaño de la población invernal.

La estimada en Cataluña en tres temporadas invernales varió desde un mínimo de 1.765 individuos a un máximo de 144.280 (Santandreu en Herrando et al., 2011), reflejando la alta variabilidad como invernante en nuestro país (apartado de densidades). La invernada en España se nutre de aves casi exclusivamente escandinavas que llegan muy tarde a nuestro país (finales de noviembre) y penetran salvo excepciones por el frente cantábrico, donde no dejan apenas invernantes, para extenderse por el área de distribución ya vista, incluyendo la mitad norte de Portugal (Santos, 1982). Dado el carácter irruptivo y marcadamente nomádico de la especie, no cabe duda de que, al margen de situaciones muy favorables como las que se dan en áreas extensivas de sabinar en años de cosecha alta, los zorzales reales deben efectuar movimientos muy frecuentes durante su invernada en nuestro país.

La configuración ambiental óptima (presencia en el 7% de las muestras) corresponde a cuadrículas con una cobertura de sabinar/enebral de al menos 10 km2 y de desnivel orográfico inferior a 460 m, una configuración similar a la del zorzal charlo y coherente con la distribución comentada, ya que los sabinares se enclavan en terrenos llanos o de relieve moderado. Muestra una selección positiva de numerosos medios forestales, con una destacadísima preferencia por sabinares/ enebrales, y un notable rechazo de encinares/ alcornocales acorde con su limitada presencia en la mitad meridional del país. La preferencia por medios arbolados no excluye la selección positiva de algunos ambientes abiertos e incluso agrícolas (viñedos), denotando una cierta amplitud de hábitat invernal que cabe relacionar con el marcado comportamiento nomádico para la búsqueda de fuentes de alimento, en especial frutos silvestres (Santos, 1982; Snow en Lack, 1986; Cramp, 1988). Los eucaliptales y los cultivos de inundación tienen un índice de selección de -1,0.

Se han registrado ejemplares en 17 de los 22 ambientes considerados, lo que demuestra la ubicuidad de la especie durante el invierno, si bien los valores más altos apenas superan las 7 aves/km2, un valor a tono con su escasez general en nuestro país, donde la invernada fluctúa mucho entre años y los efectivos invernantes mantienen en general números muy bajos (un 91% de las recuperaciones analizadas por Santos (1982), se obtuvieron en 4 de 21 inviernos, y un 34% en un único invierno; Santandreu en Herrando et al., 2011). En este contexto, cabe destacar las “elevadas” densidades obtenidas en sabinares, coherentes con el patrón de distribución de la especie y los datos conocidos de estudios comunitarios. No obstante, estos estudios permiten apuntar que las densidades pueden ser muy superiores a las obtenidas en este atlas, de entre 20 y 60 aves/km2 en sabinares albares extensivos en años con alta disponibilidad de frutos (Tellería et al., 2011), y hasta casi 1.000 aves/km2 en circunstancias igualmente favorables en sabinares muy pequeños o mixtos (De Juana et al., 2010) que sin duda favorecen su concentración temporal y la de otros zorzales potencialmente muy frugívoros y dependientes de las bayas de enebros y sabinas en invierno (Santos, 1982; Jordano, 1993).

Las igualmente altas densidades obtenidas en los mosaicos agropecuarios pueden interpretarse como resultado de la selección de medios abiertos (pastizales, campiñas, bordes de bosque con orla fruticosa, e incluso viñedos; Frías en Del Moral et al., 2002; Gainzarain, 2006; Santandreu en Herrando et al., 2011), donde la especie buscaría invertebrados y en especial los frutos que constituyen la base de su alimentación invernal.