Quercus suber L. Ámbito:

Terrestre

    Origen:

Nativa

    Identificador:

7228

Especie mediterránea occidental. Cuadrante suroccidental de la Península Ibérica, incluido todo Portugal, y dispersa por el resto de España e Islas Baleares.

Florece de marzo a mayo. Fructificación de septiembre a enero.

Preferentemente sobre suelos sueltos y permeables, en substratos silíceos; raramente sobre dolomías cristalinas o calizas muy lavadas, en lugares frescos y abrigados, pudiendo llegar a formar bosques de extensión considerable. 0-1200 (1300) m.

Como se deduce del elevado número de referencias en múltiples categorías de uso, el alcornoque ha sido una de las especies arbóreas de mayor importancia cultural en España. Aunque muchos de sus usos se han abandonado en mayor o menor medida, se mantiene vigente el uso de la bellota en la alimentación del ganado porcino y todavía se siguen usando su leña y carbón; si bien, el corcho es el principal aprovechamiento, producto forestal no maderable con múltiples aplicaciones industriales (tapones, aislamiento e impermeabilización o confección de calzado y ropa). La mayor parte de la producción de corcho se comercializa para su uso industrial; no obstante, una mínima parte sirve para abastecer a artesanos locales que elaboran con este material múltiples objetos. La artesanía del corcho se ha de valorar y comercializar.

La devaluación de este producto y una menor demanda están provocando una disminución en la gestión, o incluso el abandono, de los alcornocales. Este proceso reduce la biodiversidad y degrada los servicios prestados por estos ecosistemas. Se han de implementar programas para producir nuevos incentivos económicos que promuevan el uso sostenible y la conservación de los alcornocales, puesto que estos ecosistemas requieren una gestión activa y su utilización para asegurarles una existencia continuada.

El alcornoque es una especie monoica, aunque es frecuente la variación en la producción de flores masculinas (andromonoicos) o femeninas (ginomonoicos) a lo largo de la vida del árbol. Las flores masculinas conforman amentos densamente agrupados en número de 5 a 6, en los ramillos del año, con raquis peloso, primero rojizo y erecto y luego colgante y amarillo. Las flores femeninas son cortamente pedunculadas, aisladas o en pequeños grupos en los brotes del año, sobre todo en los más vigorosos; a veces aparecen también en los ramillos del año anterior. Presentan tres estilos cortos, lineales, recurvados.

El número de óvulos por flor en el género Quercus es de seis (Ruiz de la Torre, 2006). Un porcentaje de ellos suele ser estéril y, aunque se fecundan más del 50%, más de la mitad de los óvulos fecundados abortan, quedando una media de 1,2 a 1,8 óvulos por flor que llegan a producir embrión (Vázquez, 1998). El período de floración se prolonga de abril, en las zonas más cálidas, hasta junio e incluso julio en los alcornocales más septentrionales. La polinización es anemófila y, en menor medida, entomófila, durando en una misma población entre 20 y 40 días, según las condiciones meteorológicas.

El tipo de reproducción sexual más frecuente es la alogamia, aunque también es posible la autogamia (Vázquez, 1998). La maduración de las flores masculinas se produce antes que las femeninas, lo que, unido al desfase floral entre pies de una misma masa, contribuye a la polinización cruzada. La polinización de las flores femeninas se produce en mayo.

El cuajado de los frutos tiene lugar en mayo-junio y determina en gran medida la producción final, relacionadas a su vez con las condiciones climáticas del período (Vázquez et al., 1997 a; Boavida et al., 1999). El fruto es un aquenio, de color castaño rojizo en la madurez y tamaño grande, oscilando sus valores medios en 20-45 mm x 10-18 mm. El pedúnculo mide 5-40 mm; es rígido, tomentoso, con cúpula cónico-acampanada o turbinada, con escamas laxas, grisáceo- tomentosas, alargadas, las superiores algo revueltas o patentes y las inferiores aovado- triangulares, cortas e imbricadas. La edad mínima a la que un individuo comienza a producir semilla está condicionada por las características medioambientales en las que se desarrolla. En estaciones buenas puede fructificar a los 10-12 años, aunque hasta los 25 o 30 no da cosechas regulares.

Aunque fructifica todos los años, las cosechas abundantes se producen con una frecuencia de tres a cinco años (Vieira, 1950; Díaz-Fernández et al., 1995; Ruiz de la Torre, 2006), lo cual parece estar relacionado con la mayor producción de flores femeninas en los individuos más productores.