Pica pica (Linnaeus, 1758) Nombre preferente:

Urraca común

Ámbito:

Terrestre

    Origen:

Nativa

    Identificador:

11981

Mundial. Distribuida por todo el hemisferio norte. Se reconocen al menos 13 subespecies (Birkhead, 1991), de las que melanotos ocupa la península Ibérica. Una de las restantes subespecies aparece en la mitad oeste de Norteamérica, y el resto de forma continua por toda la región Paleártica, desde la península Ibérica hasta la de Kamchatka en el extremo oriental del continente asiático, y entre los 70º N (norte de Escandinavia) y los 15º N (SO de Arabia Saudí).

En el continente africano sólo existen pequeñas poblaciones en el extremo NO. España. Distribuida por toda la Península, pero no aparece en las Baleares, Canarias, Ceuta ni Melilla.

Es especialmente abundante en la mitad norte, Castilla y León, País Vasco, Aragón, Cataluña y Levante. Se ha considerado hasta hace poco presente en toda la Península excepto en la franja litoral entre Cádiz y Cataluña (De Juana, 1980) ON CONFLICT (idtaxon, iddataset, idatributo, idfuente) DO UPDATE SET valor=EXCLUDED.valor, id=EXCLUDED.id, prioritario=EXCLUDED.prioritario, fecha_alta=EXCLUDED.fecha_alta, fecha_baja=EXCLUDED.fecha_baja, idvigente=EXCLUDED.idvigente, url=EXCLUDED.url, id_usuario_crea_registro=EXCLUDED.id_usuario_crea_registro, id_usuario_modifica_registro=EXCLUDED.id_usuario_modifica_registro, fecha_creacion=EXCLUDED.fecha_creacion, fecha_modificacion=EXCLUDED.fecha_modificacion; sin embargo en los últimos años se ha podido constatar su presencia y reproducción en muchos puntos de la franja costera mediterránea (Rico & Gil-Delgado, 1986). Destaca su ausencia en amplias zonas de Andalucía (Cádiz, Sevilla, Málaga y Córdoba) y algunas del resto de la Península sin una razón clara, al tratarse de hábitats adecuados, aunque podría estar relacionada con los abandonos y colonización de nuevas áreas como consecuencia del parasitismo por parte del Críalo Europeo (Soler et al., 1998).

Utilizan un variado número de hábitats para nidificar con la excepción de zonas forestales: sotos, setos arbolados, bosquetes, parques, frutales, bordes de carreteras, vegas, encinares y otros bosques aclarados, pastizales y ambientes perimarismeños, en altitudes que oscilan entre el nivel del mar y los 1.200-1.400 m (Álvarez & Arias de Reyna, 1974; Martínez, 1994b), aunque en Sierra Nevada, por ejemplo, se observan ejemplares en pinares de repoblación a 2.400 m. (Pleguezuelos, 1992). A pesar de su persecución en España, muestra preferencia por zonas agrícolas y próximas a asentamientos humanos, y llega a criar en el interior de pueblos y ciudades (Díaz et al., 1994).

Sus nidos se pueden encontrar en un numero igualmente variado de especies vegetales, desde matorrales y arbustos en las zonas marismeñas (Álvarez & Arias de Reyna, 1974) hasta muchas especies de árboles, principalmente encinas, almendros y chopos (Martínez, 1994b). En la Península es el principal hospedador del Críalo Europeo, y los nidos parasitados sufren fuertes pérdidas en su éxito reproductor (Soler et al., 1996). Se considera sedentaria, sólo con algunos movimientos de dispersión de los juveniles, y pasa el invierno en la misma zona de cría.

Sin embargo, no hay demasiados estudios realizados con individuos anillados, y la movilidad podría ser mayor. Así, en el Campo de Gibraltar no se reproduce pero son frecuentes sus observaciones (Finlayson & Cortés, 1987), y un pollo anillado en Guadix (Granada) fue encontrado muerto en Marruecos, aproximadamente a 250 km de distancia (Cantos & Gómez- Manzaneque, 1997). El único estudio genético indica una elevada tasa de flujo génico entre las poblaciones españolas que podría ser debida a una alta tasa de dispersión (Martínez et al., 1999).

Una posible razón de su expansión en la Península puede ser una mayor tolerancia por parte de agricultores y cazadores, que durante décadas la han acosado por su supuesto peligro para huertos y aves de caza. No existen datos para la Península sobre su incidencia como depredadores sobre otras aves, pero un estudio realizado en Gran Bretaña muestra que no hay evidencias de relación entre la densidad y distribución de la Urraca y el declive de otros paseriformes (Thomson et al., 1998). La injustificada persecución se mantiene en algunas comarcas españolas, y constituye posiblemente su único problema de conservación.