Nerium oleander L. Ámbito:

Terrestre

    Origen:

Nativa

    Identificador:

6561

Es propia de la región mediterránea y de Asia occidental; además, se cultiva profusamente en todo el mundo. Vive en el sur y este de la Península Ibérica e Islas Baleares y como ornamental en las Islas Canarias.

Florece de abril a octubre.

Vive en ramblas, barrancos o ríos, hasta 800 m.

Se trata de una planta muy conocida popularmente. Por una parte, gracias a su uso ornamental en casi todo el territorio (con la excepción de las zonas más frías), en jardinería popular así como en autovías o jardines públicos, y por otra, gracias a su presencia en el paisaje y la vegetación como especie silvestre mediterránea. Está ampliamente distribuida por el este ibérico (donde se la conoce sobre todo por su fitónimo de origen latino, baladre) y por el sur (denominada por el fitónimo de origen árabe, adelfa). Es muy conocida su toxicidad, prácticamente proverbial, de la que dan fe diversos refranes y leyendas, como los que hablan de su uso como veneno.

El conocimiento popular sobre esta especie sigue plenamente vigente, especialmente el vinculado con sus usos ornamentales, aunque otros se han ido abandonando o han caído en desuso, como ocurre con las artesanías o la veterinaria popular, actividades en general decadentes en nuestra sociedad.

Las flores son hermafroditas, de color rosa en individuos silvestres, grandes (3-5 cm), olorosas, en corimbos terminales bracteolados: cáliz con 5 lóbulos lanceolados (13-26 mm de diámetro), más cortos que el tubo de la corola (16-23 mm); ésta lleva en su garganta 5 láminas multifidas. Estambres insertos con anteras soldadas al estigma, tienen los filamentos de 1,7-2,2 mm; con la parte fértil encerrada en el tubo de la corola. Folículos soldados en vaina cilíndrica y estriada, 8-15 x 1 cm. El estilo, de 14-15 mm, se ensancha gradualmente hacia el estigma (Herrera, 1991; Ruiz de la Torre, 2006).

Florece en verano, entre mayo y agosto. Es una planta autocompatible, de fecundación entomófila, que recibe muy pocas visitas de polinizadores, lo que origina unos porcentajes muy variables de fructificación. Asimismo, hay que tener en cuenta que, además de las fluctuaciones interanuales, existen variaciones en la producción de semillas entre individuos (Herrera, 1991).

La maduración del fruto se produce de manera escalonada durante el invierno, desde diciembre a febrero (incluso marzo). La dispersión de las semillas es anemócora, aunque también desempeña un importante papel en la dispersión las corrientes de agua, que arrastran las semillas en la época de máxima precipitación. El fruto es una vaina o folículo coriáceo, doble, seco, de unos 8-16 cm de longitud, de color pardo, con sección redondeada, que se abre por medio de unas hendiduras laterales liberando numerosas semillas.

Semillas pelosas y con vilano, oblongas de 7 a 20 mm, de color pardo, de 4-6 x 1-2 mm, cónicas, ápteras, con pesos entre 1,8 y 4,4 mg. Los frutos producen un promedio de 180 semillas, aunque existe una gran variabilidad entre individuos (40-300 semillas). Las semillas germinan bien en el medio natural, siempre que el suelo tenga humedad suficiente, alcanzando en el momento de máxima densidad (abril), entre 500 y 1.000 brinzales por m2, aunque la mortalidad es muy elevada durante el primer verano (Herrera, 1991).