Picus sharpei (Saunders, H, 1872) Nombre:

Pito ibérico

Ámbito:

Terrestre

    Origen:

Nativa

    Identificador:

33014

Mundial. Su área de distribución se extiende por las zonas boreal, templada y mediterránea del Paleártico occidental, desde la península Ibérica en el oeste, hasta Irán y Turkmenistán en el este (Cramp, 1985; Del Hoyo et al., 2002). Se encuentra presente en toda Europa por debajo de los 60º N, con las excepciones de Irlanda, Rusia oriental, Kazajstán y las islas mediterráneas (Hagemeijer & Blair, 1997). En la península Ibérica cría la subespecie sharpei y posiblemente en la parte más occidental de los Pirineos la subespecie nominal (Díaz et al., 1996).

España. Su área de cría comprende la práctica totalidad del territorio peninsular, aunque su distribución se vuelve discontinua en el piso bioclimático mesomediterráneo: meseta sur y valle del Ebro; y llega a desaparecer en gran parte de los territorios incluidos en el piso termomediterráneo descrito por Rivas Martínez (1987): depresión del Guadalquivir y litoral mediterráneo. No está presente en ninguno de los territorios insulares ni en Ceuta ni en Melilla.

El Pito Real prefiere campiñas, bordes de bosque y zonas de arbolado planifolio poco denso con proximidad de zonas despejadas, desde el nivel del mar hasta el límite altitudinal de la vegetación arbórea. No aparece o es escasa en áreas desarboladas y en el interior de bosques muy densos. Es el menos forestal de los picamaderos ibéricos, y llega a ocupar pequeños sotos fluviales, parques urbanos y zonas agrícolas en las que los únicos árboles existentes se disponen aislados o en hileras a lo largo de caminos y carreteras.

La presencia de árboles en los que nidificar y la disponibilidad de hormigas, que constituyen su principal fuente de alimento, parecen ser los factores que limitan su distribución (Purroy, 1997). Aparentemente aumenta la superficie ocupada por este pícido, con respecto a la publicada en el primer atlas de España (Purroy, 1997), lo que podría ser atribuido al mayor esfuerzo de muestreo. El mapa debe representar con bastante fidelidad la distribución real del ave, puesto que su elevada detectabilidad amortigua el efecto de la desigual experiencia de los colaboradores de campo.

La población española es sedentaria con pequeños movimientos locales y dispersivos.

La configuración ambiental peninsular que maximiza las probabilidades de encontrar al pito real sobre unidades de 100 km2, apareciendo en promedio en el 16% de los muestreos por cuadrícula, corresponde a zonas del tercio norte peninsular y de relieve inferior a 900 m (como diferencias entre las altitudes mínima y máxima de la cuadrícula), en las que las precipitaciones invernales sean superiores a 150 mm. Aparte de esto, configuraciones ambientales muy distintas implican frecuencias de aparición bastante elevadas, apareciendo en torno al 9% de los muestreos por cuadrícula. Los índices de selección ambiental muestran los valores más altos para los bosques de planifolios (castañares, choperas, fresnedas, etc.), seguido por el bosque de ribera, robledales, encinares y alcornocales, bosques mixtos y mosaicos agropecuarios muy fragmentados. Con menor importancia aparecen los pinares, eucaliptales y otros.

Las densidades más altas aparecen en mosaicos agropecuarios muy fragmentados seguidos de encinares y alcornocales, cultivos de secano, pinares y abetales, bosques de ribera y robledales. Es el pícido más característico de los bosques claros y con abundancia de suelo despejado donde encontrar hormigas, su alimento principal. Así, son ideales para él los bosques de ribera con prados limitados por setos con árboles maduros (Serrano y García, 1997).

Falta en las estepas desarboladas, así como en el interior de bosques muy densos. Para su alimentación selecciona preferentemente el suelo y los árboles muertos (García-Villanueva, 1999). En el invierno, en bosques que han sufrido incendios, tanto pinares de repoblación como masas de robledal y encinar, se ha detectado un uso diferencial de los distintos microhábitats resultantes del efecto del fuego por parte de la especie.

Así, para actividades de vigilancia, mantenimiento, aseo y reposo selecciona las áreas de bosque no afectadas o conservadas, mientras que para la alimentación selecciona zonas de piornal quemado y praderas igualmente quemadas, explotando la mayor productividad y detectabilidad de las hormigas de estas áreas despejadas (García et al., 1995). No obstante, en época de reproducción prefiere bosques maduros (García-Villanueva et al., 1998a). Los inviernos muy fríos pueden provocar grandes mortandades (Del Hoyo et al., 2002).

También realiza una explotación trófica de los árboles muertos, cuya densidad, debido a la producción de insectos presa que suministra, se ha correlacionado con la de pícidos en varios trabajos (Conner, 1978; Breninger y Smith, 1992; Greenberg et al., 1995). En la cordillera Cantábrica se han obtenido índices de abundancia invernal de 1,82 aves/km2 en melojares con mosaico sucesional y 0,47 aves/km2 en melojares adehesados (Román et al., 1995). En hayedos de León se han registrado 0,1 aves/10 ha (Costa, 1993); en cultivos de secano con encinas dispersas se encontraron densidades de 0,11 aves/km, 0,19 en regadíos con frutales y otros árboles dispersos y 0,44 aves/km en zonas de regadío con frecuentes choperas (Ramos, 1998).

En pinares de la sierra de Gredos se registraron 0,6 aves/10 ha (Sánchez, 1991); en melojares supramediterráneos de Sierra Nevada se encontraron densidades de 0,7 aves/10 ha (Zamora y Camacho, 1984a). Mientras que en zonas de vegetación ribereña se registraron 0,31 aves/10 ha y en choperas 0,12 aves/10 ha (Purroy, 1993).

Reproductor 65.000-95.000 parejas en los años 90.

La intensificación en los usos agrarios y forestales, así como la conversión de pastos en tierras de labor pueden afectar a las poblaciones de Pito Real (Del Hoyo et al., 2002), al reducirse la población de hormigas; ésta puede haber sido la causa de la rarefacción de este ave en algunos puntos de España (Purroy, 1997). La tala de setos arbolados, bosquetes aislados y sotos fluviales limita aún más, los posibles lugares de nidificación dentro de los grandes agrosistemas. Los incendios forestales pueden haber provocado una disminución de las poblaciones en las comarcas mediterráneas más afectadas por el fuego (Purroy, 1997), sin embargo, en algunas zonas de Galicia donde la madera no es extraída tras los incendios, estas aves utilizan las áreas quemadas para alimentarse y los árboles muertos para construir sus nidos (X. Vázquez, com. pers.), lo que podría favorecer su expansión. Otros factores que la afectan de forma localizada, son la caza ilegal (Muntaner et al., 1983; Penas-Patiño et al., 1995; Jubete, 1997) y los inviernos muy fríos, que pueden provocar grandes mortandades que amenacen la estabilidad de determinadas poblaciones (Del Hoyo et al., 2002).

Propuestas: - Protección del hábitat. - Prácticas silvícolas adecuadas para el mantenimiento de la especie. - Control de plaguicidas.